
Paris me envuelve desde que respiro el primer aire francés al aterrizar en Orly y ser la primera en bajar del avión.
Paris me pertenece en el metro. En las interminables escaleras subterráneas (y yo con mi bolso a cuestas). En los vagones sin aire acondicionado. En las estaciones antiguas y los numerosos cambios de línea.
Llegamos a un hotel horrible, viejo y sucio. Mi amigo Pato, "el Flaco", me dice que parecen esas piezas de escritores o artistas pobres que uno ve en las películas. Atinamos y al día siguiente nos cambiamos.
Hasta ahora el hotel más caro y malo del viaje, por que a Paris hay que venir con presupuesto.

Mi Paris es un desayuno en los Jardines de Luxemburgo. Una habitación-buhardilla en un edificio cercano de Saint Germain a Prés, sin tele y donde espiar por la ventana la vida de los parisinos parece ser un pasatiempo natural.
Son largas caminatas bordeando el Sena. Beber mucha Orangina durante el día, comer croissants y crepes, siempre escuchando de fondo (incluso sin los audifonos puestos) la música de Amelié.
Nos miramos a ratos con el Flaco para decir; "puta la wea linda".
Paris es demasiado perfecto, y mientras lo digo, pienso que a ser difícil escribir algo acerca de.
Escrito 21 de septiembre 2006
1 comentario:
me alegro que hayas vuelto a Paris..se que te sientes "en casa"..recuerdo que, cuando estabamos en el colegio, se te iluminaba la cara con tus historias sobre Paris....por tanto puedo imaginar cuan feliz estas.
Publicar un comentario