
Lo siento pero tengo que hacer este comentario, ¿Qué onda los europeos con el desodorante?
Madrid está lleno de inmigrantes. Probablemente sea la latina veintiun mil quienientos uno (si es que). A cada rato veo pasar inditas probablemente de Ecuador, Bolivia, México, que sé yo. Algunas de ellas van cargadas de bultos y huelen mal, es esperable.
Voy sentada en un compartimento de 6 asientos, segunda clase, de un tren italiano que me lleva de Milán a Pisa en 4 horas. Al lado y al frente mio una familia de tres. La única que no sé si usa o no desodorante es la madre, que aún no se sienta al lado mio. El padre y la hija realmente apestan. Yo ruego a que se bajen pronto (por que el tren para a cada rato) pero me temo que van a mi mismo destino.
El aire acondicionado del tren, vagón 19 y último, funciona pero casi no enfria. Al menos no lo suficiente.
Alguna vez me tocó sufrir un camión tapatio en pleno verano. Muchas veces me queje con el trayecto de poco más de una hora en el metrotren lleno y caluroso de Santiago a Rancagua.
La diferencia esta vez, es que la relación precio calidad no se compensa. Menos el hecho de ir viajando en un tren del primer mundo.
Dificilmente aquella indita del camión mexicano ni el campesino del metrotren chileno pagarían los 23 euros que he pagado yo por ir en una cocheta pasada a sobaco.
Por eso me quejo.
Escrito el 25 de Agosto, tren Milano-Pisa.
Epilogo:
Finalmente llegué por fin a Pisa donde me estaba esperando mi amiga Vero. Al llegar ya casi era amiga de la familia italiana que me miraba un poco con cara de pena, supongo, por ir viajando sola y no hablar italiano. Cuando nos bajamos del tren, me esperaron para saber con quién me iba o a dónde. Me faltó poco para dejarles mi desodorante de regalo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario